miércoles, 27 de junio de 2012

Sensaciones de un bibliotecario

De cómo queremos ser vistos

Cuando comencé en mi nuevo trabajo nadie sabía que yo era documentalista. Al segundo día de entrar, en el comedor, una compañera le dijo a otra: "tengo una amiga que tiene un trabajo de la leche. Está todo el día sin hacer nada, acomodando libros en estanterías. No me acuerdo de lo que estudió...". Al ver que no le salía la palabra mágica se la soplé: "biblioteconomía" le dije. "Si, si, eso."

Estas compañeras no podían comprender que yo, pudiendo estar mirando el techo, estuviera montando un archivo en la oficina, liado con tablas y bases de datos; "pensaba que eras informático" fue la frase lapidaria. Desde ese día hago esfuerzos sobrehumanos para intentar cambiar esa imagen que tiene la gente de mi profesión. Yo no estudié para mirar el techo, ni para acomodar libros en una estantería. Mi trabajo es que la información esté disponible en cualquier momento y lugar, para quien la necesite.

No quiero entrar en el debate de si está bien o mal que los profesores enseñen asignaturas de cara a que los alumnos nos presentemos a oposiciones. Yo creo que, como comenté en otro hilo, hay espacio para un documentalista en cualquier empresa. Tal vez los profesores deberían centrarse en eso: en mostrar los usos prácticos de la documentación en la sociedad. Tal vez los profesionales deberíamos hacer más por nuestra profesión.





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lunes, 18 de junio de 2012

El Instituto Cervantes estrena un servicio de préstamo y descarga de libros electrónicos

El Instituto Cervantes ha puesto en marcha en su red de bibliotecas un nuevo servicio de préstamo y descarga de libros electrónicos para todos sus usuarios a través de Internet. El catálogo de libros accesible en esta plataforma incluye más de 3.000 obras sobre lingüística, obras literarias clásicas y contemporáneas de autores españoles e hispanoamericanos, historia, arte y literatura infantil.


(Fuente: www.cervantes.es)

Ni blanco ni negro: gris

El debate entre Libro y eBook es una cuestión comercial

Deberíamos anotar en un folio las razones por las cuales preferimos el libro frente al ebook o viceversa y guardarlo en un cajón. Dentro de un par de años rescatar esa suerte de cápsula del tiempo y leerla. Seguro que nos sorprendemos.

Yo era un acérrimo defensor del libro en papel. Es más, era un anti-ebook. Un poco por ignorancia, un poco por romanticismo, un poco por rebeldía, vaya uno a saber. Hoy en día no soy todo lo contrario, soy más bien de centro. Tengo la librería del salón atiborrada de monografías y mi lector de ebook (de los primeros con eInk) con espacio en la tarjeta para una receta de cocina no muy elaborada.

Las ventajas del ebook son muchas, sobre todo a la hora de viajar, o de mantenerse informado a través de publicaciones periódicas por ejemplo. Alguna desventaja puede ser que si le regalo a mi mujer un pdf para el cumpleaños (por más caro que me haya costado) me tira con algo por la cabeza.

Tampoco creo que se puedan sustituir más de 2000 años de evolución, contando aproximadamente desde el códice hasta hoy, de un sistema tan perfecto. Hablo de, por ejemplo, el momento en el que me acomodo en mi sofá a la luz de una buena novela. No voy a hablar de ediciones especiales con encuadernaciones flipantes ni del sentido estético que representa para mí mi librería. Tampoco de libros dedicados o firmados por autores o amigos.

En definitiva, cada dispositivo (libro y ebook) tiene sus ventajas y sus inconvenientes si los enfrentamos. Yo no creo que haya que enfrentarlos. Mejor los juntaría. Cada uno tiene su momento y su lugar y éstos se relacionan directamente con el usuario y sus necesidades y/o gustos. Este debate (para mí estéril) nada tiene que ver con el acceso al contenido, que en ambos formatos está garantizado, sino más bien, con el continente y su comercialización.




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martes, 12 de junio de 2012

¿Qué puede hacer un documentalista en mi empresa?

Nadie sabe qué es un documentalista, para qué sirve, qué puede aportar a una empresa.  


A pesar de que todas las empresas trabajan con información y documentos, en papel y digital, acetato o celulosa, nadie se plantea la necesidad de que alguien organice el caos. Hablamos de facturas, albaranes, nóminas, correo postal, correo electrónico, folletos, comunicados, noticias, publicaciones, presupuestos, contratos, sitios web, libros, revistas, afiches, panfletos, acuerdos, normativas, leyes, planos, mapas, fotos, DVDs, cassettes, y un muy extenso etcétera de objetos de información.


Un ordenador por sí mismo no hace este trabajo, y un sistema de gestión documental es un lujo muy costoso que la mayor parte de las empresas españolas no necesitan (a pesar de que los consultores insistan en que sí). Compra, actualización, mantenimiento, programación, formación de usuarios, y lo que sea necesario, significa un desembolso importante si usted está pensando en hipotecarse con uno.

En cambio, por una simple nómina mensual, tendrá usted a su servicio a un ser humano capacitado para gestionar la información de su empresa y maleable frente a los rápidos cambios tecnológicos en los que vivimos, sin necesidad de actualizar ningún software.





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